Siempre fue más sugestiva, más exitante, una mujer medio vestida que una desnuda. La sensualidad narrada a través de las curvas sugeridas por la seda, puede mucho más que la imagen amplificada de cualquier recodo de la persona deseada. Éste dato, casi un lugar común, se ve ampliamente justificado por el tono distendido, libre de todo prejuicio verbal, que utiliza la autora. Narrada por una voz femenina que suele ¨soplarle¨ alguna idea a la protagonista, ésta novela sobre el erotismo es también una parodia del género, apoyada en certeros epígrafes que anuncian, al modo antiguo, el contenido del capítulo, y que van a sustentar, sobre el final, no la teoría Bataille sobre el tema, sino su antítesis. Allí dónde él sostuviera que la entrega al acto erótico es necesariamente una muerte que genera vida, Griselda Gambaro prolonga casi hasta el orgasmo la posibilidad de un encuentro que finalmente tomará otro rumbo. Erotizada por la historia, la narradora no pierde la oportunidad para burlarse de los íconos del machismo, ni para dejar en claro que la asistencia sexual femenina para una mujer puede ser muy gratificante. Un bonito hombrecillo que tiene la vida supeditada a la de su propio glande descomunal, que es ingobernable; una sierva fiel e ignorante que posee la llave del placer de la protagonista y un desfile de innobles fornicadores llevan al paroxismo ésta novela sobre lo impenetrable, sobre lo que está tan lejos e inalcanzable que, sólo entregando la vida podremos poseerlo.